La bullerenguera Juana Emilia Herrera.
Ella, La niña Emilia, esa que le dedicó únicamente 10 años de su vida a la música dejó un legado invaluable que hoy, a 30 años de su muerte, sigue siendo escuchado, disfrutado, bailado y sentido, en cada rincón de esa tierra que la vio nacer, crecer y morir.
Fue el 15 de septiembre de 1993 que la voz de la mamá de coroncoro se apagó a sus 61 años, pero nunca dejó de ser escuchada.
Cunde, Cunde, Congo E’, Currucuchú y El pájaro picón (que le costó su amistad con Irene Martínez), hacen parte de su legendario repertorio que cuando llegan los meses finales del año y el Carnaval se desempolvan para no dejar de sonar.
De corista a solista
La niña Emilia no siempre fue la gran cantadora que el Caribe conoció. Sus primeros pasos en la música fueron como corista y respondona de su prima Irene Martínez, quien fuera la voz líder de Los soneros de Gamero durante muchos años.
Allí, Juana Emilia empezó a tomar ese gusto por cantar y a tener el deseo de ser la voz principal. Sin embargo, de acuerdo con el músico y folclorista Pedro Tapias ‘El Dripe’, Wady Bedrán, director de Los soneros tenía predilección por Irene Martínez. “La mano derecha de Wady era Irene Martínez”.
Es así como de la mano de Cecilio De la Hoz buscan las maneras de llegar a Felito Récords, el estudio de grabación de la música folclórica del Caribe, con sede en Barranquilla, que grabó a figuras como Pedro ‘Ramayá’ Beltrán.
Así, Emilia llega a comienzos de la década de los años 80 a Felito Récords, y según contó a EL HERALDO el ingeniero de sonido Eduardo Dávila que hizo parte del sello, buscando que la dejaran cantar y al ser requerida de alguna canción, inició con su característico Coroncoro.
“Yo era el ingeniero de grabación de Felito Récords y Félix Butrón me ordenó buscar a los músicos para llevar a cabo el trabajo de la señora Juana Emilia Herrera. El gerente en ese entonces del sello, Humberto Castillo, recomendó a don Félix ponerle un nombre que llamara la atención y fue así como se bautizó artísticamente con el nombre de La niña Emilia”, rememoró Dávila.
Así inició su vida musical. No obstante, aún no tenía un grupo definido por lo que se creó un conjunto de músicos folcloristas que fue bautizado como Los cumbiamberos de Gamero, algo que a Los soneros no les gustó mucho.
“Eso les dio rabia porque como todos eran barranquilleros decían que ninguno era de Gamero. Los primeros bailes inicialmente los acompañó el maestro Pedro Ramayá, que vendía el paquete de él y decía “te tengo ahí a La niña Emilia, la del Coroncoro para que hagan unos shows” y ahí empezó ella a cantar hasta que en un momento ya tenía siempre la agenda llena”.
Música hecha con el alma
En total fueron cinco LP que grabó La niña Emilia con Felito Récords: Gozando con La niña Emilia, La pelea es peleando, Congo e riqui tiquitiqui tiqui, Empuja empuja con La niña Emilia y Gozando con La niña Emilia 2.
“Logra grabar con Aníbal Velásquez un tema llamado Contrapunto en el que demuestra su cualidad como verseadora al lado de ‘El mago del acordeón’, grabó también con Alfredo Gutiérrez y de ese trabajo pegó bastante un tema titulado San José Gregorio Hernández”, precisó Eduardo Dávila.
Y en todos esos álbumes su música ha logrado trascender generaciones y seguir vigente hasta 30 años después de su muerte.
Lisandro Polo, músico y director de la Fundación Tambó, explicó que la razón de que las canciones de Emilia hayan perdurado en el tiempo se debe a que “es una música que nació del alma. De lo vivencial. De lo que estaba alrededor de ella. Emilia narró esas historias, esos cuentos, esas anécdotas, en una forma sencilla, musicalmente hablando. Y yo creo que esa es la magia de la música, las cosas sencillas que nacen del alma son las que perduran”.
Entretanto, Pedro Tapias comentó: “La niña Emilia a través del tiempo quedará con su legado porque sus canciones fueron impresas de mucha tradición, sus composiciones las hizo pensando en el pueblo, pensando en esa cultura pueblerina ancestral”.
Humor a flor de piel
Una de las características que mencionaron aquellos que pudieron compartir con ella era su sentido del humor. Con una frase era capaz de hacer cambiar el semblante a cualquier persona, combinado con su sabiduría.
“Tuve la oportunidad de conocerla en persona y era una señora que tenía la risa ahí a la mano. Si tú estabas triste, te hacía alegrar, ella te alegraba con sus anécdotas, con sus salidas, con su ocurrencia. Ella les sacaba punta a las cosas, todo lo cogía de una manera sabia, no se complicaba las cosas”, comentó Lisandro Polo.
Por su parte Pedro Tapias, quien tocó con ella en diferentes ocasiones, explicó: “La niña Emilia era una persona muy dicharachera, muy alegre, muy dada. Decían que leía la mano, pero la verdad era que tenía fuerzas de poder intelectual”